Tal como esos «hoyos negros» que pespuntan el imaginario de la astronomía contemporánea, y de los cuales ninguna luz puede escapar pues ellos todo lo absorben y nada proyectan, Tai Yin, cual ancestral hoyo negro de la astronomía clásica china, es también pura atracción y receptividad. Y en tanto es pura receptividad, está vinculado estrechamente al poder o acción «Tierra» (Tuxing, una de las cinco acciones o Wuxing en la cosmovisión clásica china), esto es a lo receptivo, quieto, nutridor y maternal.
Ese estrecho lazo umbilical con la madre tierra tiene una consecuencia importante. Para mantener su asimetría con Tai Yang o el Sol, Tai Yin nunca se eleva muy por encima del horizonte. Como corresponde a una entidad ligada a la acción Tierra o Tuxing, cuyo movimiento es horizontal: cobijar, mecer, acunar, alimentar, Tai Yin carece de impulso ascendente. Se desplaza por el firmamento adosado siempre a la línea del horizonte, sin zafarse jamás del brazo de la madre terrenal.
Imaginemos un horizonte con árboles, cubriendo los 360º de la rosa de los vientos. Un horizonte de tal forma enramado es una imagen que figura de manera prominente en el imaginario astronómico y astrológico chino. Figura por ejemplo en uno de sus más famosos objetos arqueológicos, el ‘Manuscrito de seda de Chu’ y que aparece en la imagen de arriba. Si lo miras de cerca verás dibujadas en sus esquinas unas ramitas. En ese imaginario aquellas ramificaciones terrestres tienen por nombre Di Zhi – Ramas Terrestres.
Llamadas “Doce cronogramas” por los especialistas, porque son hitos de un gran reloj cósmico, las Di Zhi o Ramas Terrestres se encuentran repartidas alrededor de la rosa de los vientos (el horizonte) a intervalos de 30º cada una. Para el horóscopo chino esas ramas son los doce cauces por donde nos llegan acá en la tierra las influencias del cielo, como si fueran doce brazos con los cuales recibimos la suerte y el destino.
¿Cómo lo recibimos? Mediante la intervención de Tai Yin. Debemos imaginarnos aquél horizonte enramado como si contuviera al invisible Tai Yin siempre aposentado, cual ave sombría, entre sus ramajes. Si no fuera oscuro y pudiéramos verlo, Tai Yin aparecería siempre entreverado entre las ramas, y nunca sobresaliendo por encima de ellas.
Literalmente, el destino repartido por Tai Yin acá en la tierra se manifiesta como brotes que aquél astro simbólico va haciendo germinar en las Ramas Terrestres, a medida que circula entre ellas a lo largo del horizonte. Esos brotes se llaman: 天干- Tian Gan: ‘retoños’ o ‘Vástagos’ celestiales.
La idea es que el destino es hijo del Cielo, pero su prole, es decir sus vástagos, germinan acá en la Tierra, y con ellos germinan nuestros destinos. Tai Yin los va repartiendo – en todas esas distintas secuencias a que aludo en mi microensayo anterior – por esas doce direcciones de la rosa de los vientos llamadas, como hemos visto: 地支 – Di Zhi o ‘Ramas Terrestres’.
©Enzo Cozzi - derechos reservados. Microensayo registrado en SafeCreative el domingo 22 de noviembre de 2015, 14:19