Llamadas, como ya he explicado, “doce cronogramas” por los especialistas, porque son los signos fundamentales del reloj y del calendario chino, las Ramas terrestres son como antenas receptoras o canales que reciben en la tierra las influencias de los principales ciclos del cielo. Sincronizando esas influencias del calendario chino unas con otras, le van dando sus cadencias al destino.
Para empezar, sus doce intervalos demarcan las diferentes posiciones del sol cada dos horas. Por ejemplo, la rama 午-wu, que en chino significa “mediodía” o “meridiano”, cubre las posiciones del sol entre las 11:00 y las 13:00 horas.
Los Vástagos celestiales que Tai yin, en su oficio de escudero sombrío del sol, va implantando cada dos horas en cada una de esas doce zonas, nos van hablando de los destinos representados por las distintas horas del día. Porque las horas matinales tienden a hablar de comienzos y despertares mientras las del anochecer tienden a hacerlo de finales y ocasos; las horas diurnas de expansión y actividad y las nocturnas de recogimiento y reposo. Además que el destino sabe llegar a sus horas. Son esos instantes definitivos en los que se acaba algo y comienza otra cosa, para mal o para bien, como cuando decimos que a alguien “le llegó su hora” o que algo ocurrió “en buena o mala hora”.
Las doce ramas terrestres también delimitan las doce zonas del firmamento donde van ocurriendo en secuencia las doce lunas nuevas del año, y así representan también las distintas influencias de los doce meses o ‘lunas’ (que en chino son la misma palabra: 月-yue) del calendario chino. Cuando Tai yin se cuela en sus recámaras celestes embozado en su galante capa de Tenorio del cielo, va dejando a esas lunas encintas con Vástagos celestiales que nos transmiten las influencias mensuales sobre el destino. Porque, como todo bebé ha de saber, en su saber más espontáneo, en un país como Chile, por ejemplo, no da lo mismo venir al mundo en Junio a vivir los primeros meses bien arropado y entre cuatro paredes, que llegar en Diciembre a pasar esos primeros meses mucho más a la intemperie y con el pellejo arrullado por el aire libre y el sol.
Las Ramas terrestres también demarcan las doce zonas hacia las cuales apunta la constelación Bei dou para el comienzo, el apogeo y el final de cada una de las cuatro estaciones. Y como Bei dou es la gran cuchara celeste que va repartiendo por la tierra los cambiantes influjos de las cuatro estaciones, cuando Tai yin, a manera de un aprendiz de brujo, cabalga a horcajadas en ella, va metiendo su propia cuchara y sumando influencias estacionales sobre el destino.
Las Ramas terrestres también delimitan las doce zonas del cielo que Júpiter va visitando en secuencia durante su circuito de doce años por el firmamento, circuito que, como ya dije, representa en el calendario chino los vaivenes de doce años de nuestras aspiraciones. Cuando Tai yin pasa por ellas les va implantando Vástagos celestiales que hablan de esas influencias de más largo aliento sobre nuestros destinos.
La interacción en nuestras vidas de todas esas cadencias conforma, si lo pensamos, una paleta matizada, variada y multicolor. Esa es la paleta con la que el horóscopo chino pinta el destino.
©Enzo Cozzi - derechos reservados. Microensayo registrado en SafeCreative el sábado 5 de marzo de 2016, 12:00