Propiamente hablando, esas influencias del cielo o Vástagos Celestiales – Tian Gan – que genera Taiyin al ir inseminando a las diversas Ramas Terrestres – Di Zhi – a través de sus múltiples ciclos, no son todavía destino. Son solamente los momentos, breves o prolongados – medidos en horas, días, meses, estaciones o años – en que los distintos destinos nos pueden llegar. Para que pasen de ser destino potencial a ser destino actualizado, falta todavía en esa ecuación el tránsito hacia el ser humano, quien con su felicidad y su pena, con su dar y su recibir, y con sus aspiraciones y propósitos, les de forma y sustancia. Ese tránsito de los mensajes del cielo hacia la actualidad humana se realiza a bordo de los signos animales chinos.
Para que constituyan destino, alguien tiene que recolectar los Vástagos Celestiales a medida que vayan brotando en las Ramas Terrestres. Alguien debe estar allí activo y presente a esas horas, días, meses, estaciones y años. Porque el destino también está hecho de encuentros, decisiones, opciones, intenciones, anhelos y todas aquellas cosas que le ponemos activamente nosotros, como agentes dinámicos y coautores de nuestras vidas que somos.
Esas agencias encargadas de recoger activamente las influencias del destino, y hacer algo con ellas, están representadas en su horóscopo por los doce signos animales chinos.
Cada una de las doce Ramas Terrestres alberga en su franja del horizonte a un signo animal, que está encargado de animar entre nosotros esa diversidad de mensajes del cielo. Como si fueran doce Alonsos Pinzón encaramados en las arboladuras de sus carabelas, esos doce animales están trepados ahí arriba en sus ramas escrutando su segmento del horizonte, a la espera del arribo de sus brotes del cielo, o Vástagos Celestiales. Los signos animales chinos son los heraldos del destino, los emisarios que reciben los mensajes de la suerte y los reportan a la humanidad.
Cada signo animal va albergado junto a la Rama Terrestre que mejor le acomoda. El Buey junto a la rama pelada de fines del invierno, preparándole y dándole vuelta la tierra para ayudarla en su inminente rebrotar; el Cerdo rastrojeando los últimos despojos bajo la rama ya cosechada en el debut del invierno; el Tigre rugiendo entre las ramas del despuntar de la primavera; y el Perro vigilando lo cosechado bajo la rama que mira hacia la dirección del sol después del crepúsculo; etc.
Así para cada uno de los doce signos animales chinos. Albergados en sus Ramas Terrestres que miran hacia las doce direcciones de la rosa de los vientos, anuncian desde ahí aquello que nos viene llegando del cielo por cada una de sus direcciones. Y no sólo lo auguran sino que lo accionan, lo ponen en juego y en circulación.
Fin de esta miniserie
Este microensayo es el último de esta miniserie, «Taiyin y el horóscopo chino». La siguiente miniserie acerca del horóscopo chino pasa a centrarse en el tema de los signos animales propiamente tales, su origen, su razón de ser y su lógica, su función y su manera de comunicar el destino. Junto con ésta y otras posteriores, estas miniseries van formando parte de la serie mayor: «La inteligencia del horóscopo chino»