Mis preguntas de la jornada anterior son retóricas, pues tienen nítidas respuestas para mí: vivimos prisioneros todos en la jaula de hierro de Max Weber y la razón instrumental. No es que nazcamos libres mas vivamos encadenados, según el famoso aforismo de Rousseau1. Sucede más bien que ya nacemos encadenados. O para ponerlo en la dicción en boga: venimos encadenados desde la concepción misma.
En un esfuerzo por ser menos retórico, más optimista y menos desencantado (el “Desencantamiento del mundo” en la modernidad fue otra idea germinal de Weber, inspirada en un verso de Schiller abrumado por el desalojo de los Dioses griegos del corazón humano), me hago la pregunta inversa, mas genuina esta vez:
¿No pudieran acaso emerger o ya estar emergiendo, por aquí y por allá entre nosotros, esos “profetas totalmente nuevos”? Acaso no pudieran renacer o no podrían estar ya renaciendo algunas de esas “antiguas ideas e ideales”? ¿No pudieran acaso asomar, o estar ya asomando o por asomar en nuestros horizontes mentales, otros modelos de pensamiento, que pudieran servir de contrapeso a esa razón instrumental que hoy nos confina?
¿No pudieran acaso surgir o resurgir, o estar ya resurgiendo modelos tan diferentes de pensamiento, que lograran arrancar de magníficos tirones a nuestras capacidades mentales de sus confinamientos para lanzarlas a orbitar en otras constelaciones mentales, hasta ahora impensadas u olvidadas? ¿Y así romper los cerrojos de la razón instrumental, abrir la jaula de Max Weber?
Confieso no saber las respuestas a estas preguntas, aunque sí albergo algunas corazonadas.
Lo que sí sé es que de poder emerger todo aquello, no será tarea nada de fácil implantarlo y diseminarlo por esta tierra nuestra tan bien acomodada en su confinado pensar. Se requerirá de una palanca más poderosa que la de Arquímedes, pues la inercia de las mentalidades es mayor que la de los cuerpos de Newton. Para mover físicamente a alguien basta un empujoncito, cuando no una mirada o un gesto tan sólo. Pero vaya uno así de fácil a moverla de sus esquemas mentales. Ni hablar siquiera de movérselos a todo un cuerpo social.
Para calibrar la dificultad, pensemos en el destino de uno de los pocos maestros que la humanidad ha tenido,sobre quién hay consenso de que logró, si no en vida ciertamente con su legado, uno de los cambios más decisivos y universales de mentalidad que registra la historia. El destino de Sócrates, quién fuera juzgado y obligado a beber cicuta “por corromper las mentes de la juventud y no honrar las deidades honradas por el estado, sino otros dioses extraños”.2 Es decir, fue ajusticiado por haber dedicado la vida a sacar el pensamiento de la juventud de su tiempo del confinamiento dentro de los cánones de la mentalidad dominante.
Según Gregory Bateson, quién acuñara el admirable término, Aprender a desaprender, aquella misión (que llamaré “socrática” para dimensionar su magnitud) de ayudar a liberarnos de confinamientos mentales, cosa de “Aprender a desaprender para poder virarnos hacia la sabiduría” 3, tiene hoy en día más urgencia que la que tuvo en la Grecia clásica. Es una misión para él de tan vital importancia, que se atreve a vaticinar que el futuro mismo, no ya de Europa, como entonces, sino de la humanidad toda y hasta del planeta muy bien pudieran depender de poder alcanzarla. Y, confesando sinceramente su perplejidad acerca de las vías para lograrlo, conjeturó eso sí por lo menos un posible camino: “abrirnos a las pautas de aprendizaje implícitas en otras culturas”.4
Y aquello nos lleva de vuelta, en un bucle virtuoso, al tema del posible renacer de “antiguas ideas e ideales” de Max Weber.
¿Serán acometibles hoy en día misiones como la socrática de otrora, si seguimos la pista de la conjetura ofrecida por Bateson, es decir si tratamos de hallar inspiraciones para desconfinar la mente de su jaula de hierro de la razón instrumental en las pautas de pensamiento de otras culturas, de otros momentos y lugares de la humanidad?
Sería hermoso que lo fuera. Pues la mentalidad de esa Razón instrumental bajo la cual vivimos tiene su lado oscuro. Podrá habernos llevado a grandes logros industriales y tecnológicos en el pasado, pero no sin dejar tras suyo innumerable detritus, violencia y tanta abyecta miseria. Al decir de Max Weber, ya no se nos posa encima como un “leve manto”, sino que nos confina dentro de una pesada jaula de hierro que no sólo traba el pleno desarrollo de las facultades, sino que francamente nos impide salir a construir nuevos mundos, a la vez que a prevenir desenlaces catastróficos para la humanidad.
1Platón, Apología de Sócrates.
2Gregory Bateson, Pasos hacia una ecología de la mente, 170.
3Rousseau, El contrato social, página 1.
4Bateson, Pasos… 170.
©Enzo Cozzi - derechos reservados. Microensayo registrado en SafeCreative el viernes 13 de noviembre de 2015, 16:01